La importancia de los libros en el judaísmo.

Rab Nissim Hanan Mochón, Yeshivat Emuná

“Moshé recibió la Torá del (que la entregó en el) Sinai, y la transmitió a Yehoshúa; Yehoshúa (la transmitió) a los ancianos; los ancianos a los Nebiím (profetas), y los Nebiím la transmitieron a los Hombres de la Gran Asamblea...”

(Pirké Abot, Tratado de Principios, Cap. 1-1)

Uno de los temas centrales de nuestra identidad judía es, sin lugar a dudas, el de la transmisión de la Ley de la Torá hasta nuestros días. Todos sabemos que el Pentateuco (Los cinco libros de Moisés) no dicta las leyes y tradiciones de manera específica y detallada. Es la Ley Oral la que contiene las especificaciones de la forma de vida que Di-s pide de nosotros como judíos. Si no tuviéramos bien claro que la transmisión de esta información se ha venido dando de manera fidedigna, pondríamos en duda todos los principios, leyes y costumbres de nuestras distintas comunidades.

Los Jajamim (Sabios) nos aseguran que la Ley Oral es una parte inseparable de la Torá escrita, y que el mismo Moshé recibió en el Monte Sinaí, directamente del Eterno, las leyes detalladas y todas las particularidades de cada una de las seiscientas trece Mitsvot (preceptos) de la Torá. También las interpretaciones correctas de cada pasaje bíblico; los secretos de la Kabalá; la ética judía y principios de moral y buen comportamiento que incluye el legado de la Torá, entre tantas otras cosas, fueron dictados en el Monte del Sinaí y transmitidos con completa fidelidad hasta la época en que finalmente se escribió la Mishná y, tiempo después, la Guemará.

Definitivamente, sin la transmisión Oral sería imposible interpretar la Torá. Preceptos tan básicos como la Milá (circuncisión); la Sucá y las cuatro especies de Sucot; la manera correcta de degollar al animal para que su carne sea kosher; los tefilín y la forma de colocárselos; cómo llevar a cabo una boda, entre muchos otros, no están explicados en la Torá escrita. De no ser por la Ley Oral, no sabríamos qué hacer como judíos.

La relevancia y la veracidad de nuestra sagrada Torá es un hecho aceptado por las grandes culturas y religiones del mundo. Es precisamente de la misma Torá escrita (Torá Shebijtab) de donde se extraen las seiscientas trece mitsvot (preceptos). La Ley Oral (Torá Shebealpé) es la que nos dicta las leyes prácticas con todos sus detalles y particularidades. Ambas fueron enseñadas a Moshé y al pueblo de Israel. Ambas son verdaderas. Ambas nos hacen ser un pueblo con identidad propia aun cuando estemos dispersos entre todas las naciones del mundo.

Rambam (Maimónides) menciona cuarenta nombres de aquellos que encabezaron la transmisión de la Ley Oral en cada generación, desde Moshé hasta los autores del Talmud, pasando por la época de los Profetas y de los dos Templos Sagrados en Jerusalén y la época de la Gran Asamblea. *La Gran Asamblea estuvo compuesta de 120 sabios, entre ellos: Mordejay, Daniel, Ezrá, Nejemiá y los últimos Profetas.

Todos ellos, con el apoyo de cientos o miles de estudiosos de su época, transmitieron el contenido de la Ley Oral.

Principales obras de la Ley Oral:

Mishná... La base de la Ley Oral

Después de la época de la Biblia, cuando aún se encontraba en pie el segundo Templo Sagrado en Jerusalén, los dirigentes espirituales de nuestro Pueblo fueron los primeros Sabios cuyos nombres figuran en la Mishná. Comenzando con Shimón Hatsadik (el justo) quien fuera el remanente de la Gran Asamblea, seguido por Antignós Ish Sojó y los Zugot (parejas de Sabios) que están mencionados en el primer capítulo del Pirké Abot (Tratado de Principios). La última de estas parejas la formaron Hilel yShamai, protagonistas de los años previos a la destrucción del Templo (3728-3768 de la creación / -32 al año 8 de la era común).

Las Baraytot

Rabí Yehudá Hanasí incluyó en la Mishná la mayoría de los midrashim que fueron estudiados antes de su época y de los conocimientos de tradición que hasta entonces se enseñaban de manera oral, pero no todos. La complementación de ideas que no aparecen en la Mishná se encuentra en la Toseftá y en los midrashim halájicos. El conjunto de opiniones y aclaraciones que no fueron incluidas en la Mishná recibe el nombre de Baraytá, término que viene de la palbra “bar” que significa “fuera”, ya que fueron estudiadas y dictaminadas fuera del centro de estudios del propio Rabí Yehudá Hanasí.

El Midrash... Interpretación de la Torá

Nuestra sagrada Torá se puede estudiar en cuatro niveles diferentes: Peshat (interpretación sencilla); Remez (alusión que está insinuada en el texto escrito); Derush (interpretación estudiada); y Sod (explicaciones ocultas). Estas cuatro formas de estudio se conocen como Pardés Toratenu (el huerto de nuestra Torá) por sus siglas en hebreo. De la tercera de ellas, Derush, proviene el nombre del Midrash, que es una recopilación de explicaciones de la Torá, tanto de sus leyes como de sus relatos.

Talmud Yerushalmí... La Guemará de Érets Israel

El Talmud se compone de dos partes: la Mishná y la Guemará. La Guemará es la explicación y la ampliación de lo escrito en la Mishná. Existen a su vez dos versiones de la Guemará: Talmud Yerushalmí y Talmud Bablí. El Talmud Yerushalmí, también conocido como la Guemará de Érets Israel, incluye las palabras de los Amoraím (literalmente: traductores; así se llama a los Rabinos de la Guemará) que vivían en la tierra de Israel, especialmente en la Galilea, en las ciudades de Tiberíades, Tsipori y Cesárea.

Talmud Bablí... La Guemará de Babilonia

El Talmud Bablí es la compilación de las explicaciones, aclaraciones y ampliaciones a la Mishná que enseñaron los Amoraím que vivían en Babilonia, aunque también incluye las explicaciones de algunos Amoraím de Érets Israel. Llamado también Shas (por las siglas en hebreo de las palabras Shishá Sedarim, las seis secciones de la Mishná) o “nuestra Guemará”, el Talmud Babilónico es la serie de libros más estudiada por los judíos observantes del mundo.

La Guemará (término arameo cuyo significado literal es “terminar” o “completar” el estudio), está compuesta por dos partes: la halajá (leyes) y la agadá (relatos y elucidaciones filosóficas y morales). Ambas están entrelazadas en esta magnífica obra, lo cual ayuda a que quienes la estudian no sólo obtengan la información necesaria para comprender las leyes y la tradición judía, sino que reciban una formación ética y moral que conduce al verdadero Irat Shamaim, temor y reverencia delante del Todopoderoso.

(Tomado de Am Haséfer, editorial Shelanu, México 2002)

Siguiente
Siguiente

Shorashim: Tecnología al servicio de la memoria